jueves, 7 de junio de 2012

Máster en resiliencia

Resiliencia, “capacidad de las personas para sobreponerse a períodos de dolor emocional y traumas”. El resiliente es capaz de mantenerse entero cuando es sometido a exigencias y presiones, además aprende de las derrotas, transformando los aspectos negativos en nuevas oportunidades y ventajas. Sin duda, los jóvenes tenemos un máster en ello. Estamos obligados a ser fuertes si queremos subsistir en esta jungla llena de trampas, donde nos ponen la zancadilla una y otra vez. Ya lo afirmaba Darwin en su teoría de la evolución de las especies, “sólo los que mejor se adaptan al medio y al cambio sobreviven”. Sonará primitivo pero en los tiempos que corren es una verdad como un castillo. Desde que cumplimos la mayoría de edad y decidimos ir a la universidad para formarnos en aquello que queremos ser en un futuro, comienza la aventura, y no precisamente la narrada en un cuento de hadas.

Maletita en mano emprendemos el viaje al mundo de los adultos, bueno casi, por lo menos nos vamos de nuestra casa y perdemos de vista a nuestros padres, ¡qué alivio! No te preocupes que ya te acordarás de ellos. Al principio todo marcha sobre ruedas, por fin libres y sin nadie que nos controle. Fiestas y más fiestas universitarias, sin problemas económicos, los papis están ahí dando el callo en todo momento, de lo único que te tienes que preocupar es de estudiar, o al menos de aprobar los exámenes. Algo tendrás que aportar tú en todo esto, además de borracheras inhumanas y resacas de tres pares de narices. Que si ahora de la residencia me voy al piso, que si de este piso me cambio a otro piso, que si me pido la Erasmus o la Séneca, que si el viaje de fin de carrera, etc. Son las únicas preocupaciones que vas a tener durante esta etapa que tanto añoramos y de la que tantas veces nos acordamos ahora que por pantalones nos hemos tenido que convertir en adultos y tenemos que hacer miles de malabarismos para llegar a fin de mes, o lo que es aún peor, encontrar un trabajo que te permita sencillamente vivir. Adiós cuento de hadas, hola cruel realidad.

Comienzan unos años difíciles en los que la ilusión y las ganas van a flaquear más de la cuenta pero la fuerza mental ha de persistir aunque sea bajo mínimos. ¿Qué hacemos ahora?, ¿hacia dónde nos dirigimos?. Es normal estar perdido en este momento, nadie nos ha enseñado en la Facultad hacía donde tenemos que dirigirnos cuando terminamos. Llenos de ilusión y con los conocimientos fresquitos nos disponemos a comernos el mundo. ¡ERROR!. Nadie quiere novatos, excepto para cubrir puestos de becarios echando más horas que un reloj y cobrando una miseria, si es que cobras, pero si no hay más remedio… Estás durante un tiempo de becario o  de prácticas en una situación indiscutiblemente precaria y mientras te hartas de repartir currículum hasta debajo de las piedras. La llama de aquella ilusión con la que empezaste se va apagando poco a poco pero aún queda un resquicio. “Eres muy joven y aún te queda mucho”, “no te desesperes, ya te llegará”. Si tú te esperas pero la paciencia se va agotando, llevas dos años en busca y captura de un trabajo y no hay manera. Le das vueltas y más vueltas y por fin decides poner tierra de por medio e irte al extranjero a probar suerte. De nuevo maleta en mano emprendes una nueva aventura. Empiezas de cero y con una mezcla de sensaciones que no sabes cómo definir.

Tras varias semanas dando tumbos en un país desconocido intentando defenderte en un idioma que manejas con pinzas, encuentras un trabajo. Aquí la titulación, el máster o los cientos de cursos que hayas hecho no te valen de nada si no manejas la lengua, por lo que te toca estar en el sótano de un restaurante fregando pilas de platos. Tu vida ahora se resume del trabajo al metro y del metro a la casa, así un día tras otro. Hay momentos que te desmoronas, quieres tirar la toalla y volver a casa. Pero sacas fuerzas de donde no las hay y decides aguantar y continuar con la experiencia. Una experiencia que te enseña mucho en todos los aspectos y que una vez vivida te das cuenta de lo que ha contribuido en tu crecimiento personal. Cuando consideras que tu tiempo allí ya se terminó, vuelves a España con la misma incertidumbre que te ha acompañado en todo momento pero con el chip cambiado e intentando ver las cosas siempre por el lado positivo. Sin darnos cuenta y sin conocer este término nos hemos convertido en verdaderos expertos en resiliencia.           



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